MEMORIAS DE UNA JOVEN CATOLICA

Mary McCarthy nos traslada a los años veinte, cuando quedó huérfana y a su suerte en un mundo de relaciones tan pintoresco, potente y misterioso como la religión católica. Allí estaban sus abuelas –una cristiana piadosa, pero severa y aterradora; la otra judía, que llevaba siempre un velo para ocultar los efectos desastrosos de un estiramiento facial-, y el malvado tío Myers, que la golpeaba por el bien de su alma. Pero estos familiares, junto con las monjas de la escuela del convento del Sagrado Corazón, ayudaron a inspirar su sentido devastador de lo sublime y ridículo, y su ingeniosa imaginación de novelista. Una combinación única de humor y ternura y una capacidad para transmutar la vida en literatura que la emparentan con sus contemporáneas Lucia Berlin y Edna O'Brien. Mary McCarthy nos remonta a los años veinte, cuando quedó huérfana y a su suerte en un mundo de relaciones tan pintoresco, potente y misterioso como la religión católica. Allí estaban sus abuelas: una católica aterradora, al tiempo piadosa y severa; la otra era judía y siempre usaba un velo para ocultar los efectos desastrosos de un estiramiento facial. Su malvado tío Myers que la golpeaba por el bien de su alma y la tía Margarita que mezclaba jugo de naranja con aceite de ricino para pegarle los labios por la noche y evitar que respirara por la boca, una práctica, a sus ojos, nada saludable. "Muchas veces en el curso de estas memorias", dice Mary McCarthy, "he deseado estar escribiendo ficción". Pero estos familiares, tan ajenos como terribles, junto con las monjas de la escuela del convento del Sagrado Corazón, ayudaron a inspirar su sentido devastador de lo sublime y ridículo, y su ingeniosa imaginación de novelista. Esa combinación única de humor y ternura y esa capacidad para transmutar la vida en literatura la emparenta con sus contemporáneas Lucia Berlin y Edna O'Brien.